BEGONIA MORADA
Iribarren trasplanta,
llorando, la begonia morada
en el cantero, un metro y medio de ancho y tres de largo en un patio de siete
por siete. Dos meses para construirlo; día y medio para la tierra y las plantas.
Sentado en el piso mece su tronco y presiona sus sienes con las palmas. Respira
entrecortado. Tiembla. Cagón, soy. No aguanto más los nervios. Ducha y cama es lo que necesito, no pensar.
Dormita un par de horas. El
timbre lo sobresalta. Se asoma por la ventana. Es Tévez su compañero, de
particular.
_
¡Hola, Vasco! No te pregunto cómo andás, más alterado que…
_
Ando… Menos mal que viniste.
_ ¿Cómo no iba a venir
?Tranquilízate y despejá un poco la cabeza.
_ ¿Les dijiste a los demás,
Tévez?
_ No, no quiero armar bardo, esperemos, por ahí
aparece. Cuando me llamaste estabas del otro lado…
_ ¡No, si voy a estar chocho!
_ Eso no te va a ayudar, Vasco.
Si se fue el jueves a las nueve de la noche, dando un portazo, hoy es domingo,
once de la mañana.
_ Sé lo de setenta y dos horas,
Tévez
_ Con más razón ¿Te vino la
locura? Esperá otro par de días.. Me
dijiste que estaban peleando mucho ¿ Por qué?
_ Me metía los cuernos con un
pendejo de veinticinco, ya de antes de casarnos. Pensé que con el matrimonio se
iba a arreglar.
_ Lo peor que pudiste hacer.
Ahora, con la ley, la poli no me podía decir
que no, los iban a acusar de discriminación, pero nunca se pudieron bancar que yo fuera gay.
_ Somos una brigada federal,
Vasco.
_
No me terminé de recuperar de la baja, Tévez.
_ Te fuiste con todos los chiches.
Lloraban hasta los más turros. No le des al pasado.
_ No es tan fácil. Tévez. Y vos ¿
venís de servicio?
_ ¿Estás jodiendo, no ves que me pongo en una
situación de mierda? Vos me llamaste
desesperado a la madrugada. Te dije que nadie sabe ¿Qué pasó, se cagaron a
palos?
_ No tan así, discutimos.
A Iribarren lo apreciaban, lo
consideraban buen compañero y firme cuando había que actuar, pero era
homosexual y eso era muy difícil. La Policía soportaba la situación mientras fuera tras los
muros. Cuando decidió casarse con otro oficial, la legalización de lo
insostenible, puesta como en la mesa de autopsias, colmó la tolerancia. Era una
amenaza al equilibrio de la institución. Un hecho que esa brigada no podía sobrellevar.
Iribarren y Sánchez tenían que irse. Eligieron un procedimiento de alto riesgo
en contrabando y depósito de cocaína con quince días de reclusión previa para
estudiar bien el caso, seguros de que iban a tener un desempeño impecable. Así
fue y al mes ya les habían dado la baja honorífica, un retiro con discursos,
orquesta y lágrimas. Todos aplaudían y agradecían los años que habían pasado juntos. El
homenaje era para Iribarren, pero se lo llevó Sánchez también, a pesar de que lo
consideraban mal tipo y fanfarrón.
Tres meses después del casamiento Sánchez
llegaba a la noche muy tarde, nada más para pelear un rato, hasta que un día ya
el amor se había terminado, Iribarren no aguantaba ese dolor que él comparaba
con una picana en el alma. Se entregó a su otra pasión, las refacciones de su
casa. Era fuerte y hacía todo sin ayuda,
les había arreglado las casas a los compañeros, que lo llamaban a menudo. Le encantaba
arreglar los hogares ajenos aunque en el propio no podía terminar nada. Las cosas muy de a poco, como
una gotera, como la soledad_ solía decirse. Faltaba mucho, los pisos, la
pintura, las aberturas de las puertas, el cantero de cemento que había empezado
dos meses antes de la última pelea.
_ Buen, mostráme un poco la casa.
Antes de que abrieras estaba mirando el cantero, de diez, lástima que lo demás parece
un desarmadero.
_ …Estoy
mal, Tévez. No me aguanto. No doy más.
_ El tiempo, Vasco, el tiempo. Mirá,
yo también tuve una época, lo pasé jodido, pero después uno se olvida. Te iba a
decir… me gusta así el cantero, formando rectángulo con la pared lateral del
patio ¿ A ver cómo lo hiciste?
_ Mejor acompañáme al desván, te lo
muestro y de paso me venís bien, da
miedo estar ahí. Hay que salir y dar la vuelta.
Van a subir la escalera y como por reflejo Tévez, lleva la mano a su
costado.
_Te olvidaste la 9 mm, oficial.
_ ¡...Y la linterna! Prendé la luz
hacéme el favor…
El galpón aéreo desborda cosas. Nunca
se ha limpiado. El piso se ve como en borra. Hay vigas tiradas tapando la luz de la poca ventana.
_ ¿Tuviste miedo?
_ Un poco, Vasco, pero queda claro,
este despelote es tu locura.
_ Pasa, Tévez, uno compra y tres meses
después todavía no se animó a subir. Donde vivíamos antes no había altillo.
_
No está mal este desván, si lo arreglás.
Che ¿Compraron ganancial?
_
Afirmativo, señor.
_ ¡ No me torees más, Vasco ¡Estoy
jugando mis huevos! ¡Vamos! La
humedad es insoportable.
Bajan y con aire distraído Tévez
camina la casa.
_ Contáme qué plantaste en el
cantero, Vasco, así me das idea para el mío. Es lo único que te dio ganas de
laburar! ¿Es hasta el suelo?
_ No, es como el que te hice a vos, a
la tierra.
_ Vi que el cemento está muy húmedo,
lo terminaste hace dos o tres días.
_
Sí, lo fui haciendo con mucha fiaca.
_ Y trasplantaste entre ayer y hoy.
_ Ya me lo quería sacar de encima… ¿Y
vos cómo vas con tu compañero?
_
Para la mierda. Muy plano, no se
puede hablar de nada, no le importa de nada, mirá, apenas sé que es casado y
tiene dos hijos.
_
Bueno, yo estaba siempre abriendo la boca para decir algo, no podés
pretender…
_
El equipo se dispersó. Quedó cada uno por su lado, pisando la cuerda.
_ Como todo el mundo.
_ No me filosofes, Vasco, vos convertías cualquier quilombo en un chiste.
_ Mirá, el espíritu de joda se me
fue al carajo.
_Mucha tirria con lo tuyo pero todo
el mundo se divertía. Ahora, siempre malas caras.
_ Pará, che, no me vas a decir que
solo puedo tanta maravilla ¿ Me voy y todo el mundo se jode? Te me estás
quejando como una vieja.
_ Y a mí, hasta me habías enseñado a
disfrutar a Eric Clapton. A veces lo escucho. Me acuerdo del tipo de cosas que
decías. No las volví a oír nunca más.
_ Eso porque soy puto.
_ No, porque sos especial, siempre estás… viendo el mundo de otra
manera, y bueno, hasta yo trataba mejor a los presos. Empecé a mirarlos como
personas, después volvieron a ser cosas.
_ Entre nos, Tévez ¿vos me armaste ese
procedimiento de mierda para que me fuera como héroe?
_ Sí y no, el comisario también, él te
quería mucho.
_
¡ Ah, ya veo cómo me querían. Los del aguantadero casi me matan, che! Da
para pensar…
_ ¿Desaparecían los dos y un problema menos? ¡No! No te iba a
pasar nada. A vos no te temblaba la mano
a la hora de gatillar, y nunca pegaste
más de un tiro.
_ A vos tampoco te temblaba, Tévez.
_ Por eso nos pusieron juntos, Vasco.
Decime, antes de irme ¿Vos… volverías?
_
A qué, a coserles los uniformes?
Me dieron la baja al mes de casarme.
_ Digo…imaginando.
_ ¡Claro que volvería!
_ ¡Eso sólo quería saber. Eso sólo!
_ No depende de mí, Tévez, y ya fue. Te
acompaño.
Salen de la puerta de casa. Tévez se
acerca otra vez al cantero.
_ ¡Qué color esa begonia!
_ La morada, a él le gusta, Tévez.
_
¿ Fue lo último que plantaste?
_ Sí.
_ Parece un homenaje.
Silvia Cristina Travi
BEGONIA MORADA nació de una idea que tuvimos con una amiga de escribir algo sobre el matrimonio igualitario que fuera a la vez policial. Y el homenaje es a la hermosa begonia morada que cultivo en mi cantero y no me canso de contemplar.
Silvia Cristina Travi nació en Primera Junta, Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Estudió Letras y Psicología.Es autora y sus cuentos han sido seleccionados en varias oportunidades para formar parte de antologías literarias.